Perros para personas con discapacidad auditiva
Por Charlie Swinbourne / The Guardian y Clarín
La hipoacusia puede implicar una vida de soledad y aislamiento. Pero los perros pueden ofrecer afecto, seguridad, compañía e independencia.
Para Steven Taylor, que había perdido la audición en un accidente de auto, la vida era “solitaria y aislada. No escuchaba lo que decían los demás, de modo que no salía en absoluto. Mi vida había sufrido un cambio drástico”, dice. “Dependía de otras personas para todo.”
Las cosas empezaron a mejorar cuando alguien le informó sobre la organización Hearing Dogs for Deaf People. Steven aún recuerda el día que conoció a su perra, llamada Echo, en el centro de entrenamiento. “Me senté en el suelo y ella me puso la cabeza en las piernas. Fue amor a primera vista”, cuenta. “Tener a Echo me dio confianza para volver a salir.”
Echo le avisa cuando llaman a la puerta o cuando suenan el teléfono o el despertador. “Hace las veces de mis oídos. No podría llevar una vida independiente sin Echo”, afirma.
El mayor beneficio que obtiene John Wilson, de 59 años, de su perro es que éste aumenta su visibilidad como persona sorda. “Nadie se da cuenta por mi aspecto que soy sordo. Por eso tengo un perro que lleva una tarjeta que lo indica”, dice. “Cuando ve al perro, la gente no se sorprende ante mi falta de respuesta cuando me hablan.”
Hearing Dogs for Deaf People nació en 1982 y apunta a dar mayor independencia y seguridad a las personas sordas mediante el recurso de proporcionarles perros entrenados que les avisan sobre los sonidos cotidianos. Las estadísticas indicaron que el 95% de quienes tenían un perro se sintieron más seguros.
La organización ha colocado más de 1.750 perros: el destinatario mayor tiene 96 años, mientras que la menor es una niña de ocho. El entrenamiento de un perro para sordos dura dieciocho meses, y los animales trabajan entre siete y diez años antes de retirarse, momento en el cual la persona puede decidir conservar el perro como mascota.
Las ventajas de los perros para sordos son evidentes, pero si bien las personas que cuentan con perros de asistencia tienen derecho a acceder a servicios y edificios, la organización se vio obligada hace poco a lanzar una campaña con el lema “Déjennos entrar” al descubrir que en un 80% de los casos se había negado la entrada a personas sordas con perros a negocios, hoteles o restaurantes.
A Wilson le han impedido entrar a edificios o tomar medios de transporte públicos, y piensa que en las ciudades grandes hay menos conciencia. “No me dejaron subir a muchos ómnibus de Londres, lo cual me resultó humillante e indignante. Lo mismo pasaba con los taxistas.” Agrega que ahora que vive en una comunidad más chica en Farnham, Surrey, rara vez le pasan esas cosas.
Taylor cuenta una pregunta que le hicieron cuando visitó una escuela para hablar sobre los perros para sordos. “Un alumno preguntó cómo me avisaba Echo que llamaban a la puerta. Me preguntó si ladraba.” Le explicó que “Echo me avisa con la pata y luego me lleva hacia el sonido.”
Si bien luego del accidente Taylor tiene problemas de equilibrio y para procesar información, asegura que contar con el perro supone una enorme diferencia. “Ahora tengo una vida activa y plena”, dice. “Conocí a una chica muy bella, pude construir la casa de mis sueños y me siento seguro cuando viajo. Echo es la responsable de esa diferencia.”
Traducción: Joaquín Ibarburu
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